No se, pero estoy casi segura que todos,
absolutamente todos los que lean estas líneas han vivido más de un desamor en
sus vidas. ¿Qué difícil es darle el golpe, no? Pero bueno, cuando ya no hay
remedio, no hay remedio.
Entre pláticas de tinto y humo con mis
amigas pude notar la diferencia de circunstancias que estamos viviendo cada
una; unas están por casarse, otras acaban de ser mamas, una que otra “por fin”
tienen novio y algunas con relaciones que parecían eternas borraron su “para
siempre” en un abrir y cerrar de ojos. Escuché a cada una de ellas alimentando
mi alma con todas sus ilusiones, compartiendo sus alegrías como si fueran mías,
pero igual pude sentir el dolor de aquellas que están pasando un mal rato,
partiéndome el corazón en mil pedazos.
Así que hoy voy a escribir para ellas, las
que “tienen el corazón roto”. Porque pareciera que a estas alturas y después de
tantas experiencias, ya es hora de que no nos doliera tanto. ¿Estamos de
acuerdo? Pero por desgracia parece que con los años el dolor se potencia.
Por un lado sentimos el paso de los años y
todos las reglas sociales alcanzando nuestro andar, logrando solo a veces,
ahogarnos en la desesperación de “tener lo que se debe de tener a nuestra
edad”. Y lo aceptemos o no, es algo que nos duele cuando nos despedimos de
quien tenemos enfrente. A la “mi$%&#” todas esas reglas de lo que
deberíamos de tener o como deberíamos ser. La ÚNICA cosa que debemos ser en
esta vida es SER FELICES, punto y se acabo.
A todas esas mamas, abuelas, tías que solo
presionan a sus hijas a llenar los estereotipos de la “vida perfecta”, abran
los ojos, sus hijas son PERFECTAS. Si, con defectos y virtudes, con aciertos y
errores, porque no hay nada más perfecto que un ser que endereza su andar
después de sus tropiezos. Que se enamora, que se equivoca, que le rompen el
corazón a sus treinta años… y “chin” se le esta yendo el tren… ¿Cuál tren?
Aquel, que se fue, por la razón que sea, que hoy antes de vivir una verdadera
tragedia no tuvo el valor de mantenerse sobre las vías. No son “solteronas”,
para mi son SUERTUDAS, de que en el momento justo se libraron de vivir dolores
más fuertes, de vivir con un hombre que no podía COMPROMETERSE, con mayúsculas
y cada una de sus letras.
Se preguntan, ¿Porqué las mujeres ya no
“son como antes”? ¡Jolines!, ya no hay hombres como los de antes, no los machos
que solo quieren una esclava por pareja. HOMBRES, hombres como mi abuelo, que
entendían lo que era tomar de la mano a alguien y no soltarla, con sus genios y
apapachos, con su dureza y su alegría… Jamás soltó a su pareja perfecta de
baile. Y que hasta enfermo, sin poder pararse de la cama, cincuenta años
después seguía buscando conquistar a la mujer de su vida.
Ya suficiente pasan sus hijas con lidiar
con sus sueños, ilusiones y planes derrumbados, como para que las estén
molestando con que ahí se deberían de haber quedado, porque ya no habrá otro.
Se que no todas son así, yo tengo la fortuna de tener una mamá que siempre me
hizo saber que era libre, esto es solo para aquellas a las que les queda el
saco, aclaro.
Y a ustedes muchachitas con corazones
destrozados, créanme que las entiendo, porqué cada adiós duele. “Y es entonces
cuando te das cuenta que no importan los años, ni las veces que se haya roto un
corazón, cada vez duele como si fuera la primera…”. Pero esta en nosotros
cuanto tiempo más regalaremos a eso que no planea ir a ningún lado con
nosotros.
Empecé esta entrada con el corazón roto,
con lágrimas en los ojos y mis manos sin poder presionar una tecla sin
titubear, no llevaba ni dos párrafos cuando recibí una llamada que de la nada
volvió a inyectarme de energía… Creo que lo pueden notar en el cambio que dio
el tono de mis palabras. Y aunque no puedo compartirles de que trato la
llamada, puedo compartirles que cosas cambiaron dentro de mi en cuestión de
segundos para ver mi cielo mas azul.
Te acaban de decir adiós, tal vez lo veías
venir o tal vez no, lo decidiste tu, lo decidió el, lo decidieron los dos… como
sea, se que siempre duele.
Que te aseguro, lo sé, habrá momentos en
los que te sientas sola, que extrañes ese cariño, los besos, sus abrazos, los
planes y verte reflejada en su mirada que te derretía por la forma en como te
veía… Es valido, déjate llorar, siente ese dolor pero se dueña tu del
sentimiento, no que la tristeza se apodere del resto de tu vida. No esperes a
mañana para ser feliz, solo tenemos este segundo, el siguiente no sabemos.
Que habrá días que te sientas MUY bien, que
el mundo esta de nuevo en tus manos. Ámalos y aférrate a ellos con todas las
fuerzas que tengas, aún que se que a veces sentimos que no las tenemos. Sonríe
cada instante que puedas y busca, en esos días de energía empezar a hacer algo
para ti, ejercicio, cantar, bailar, cocinar, aprender cosas nuevas… para que
uses ese “buen día” como impulso. Porque, ¿Qué crees? Seguramente te volverás a
sentir triste de vez en cuando y esas cosas que comenzaste en tus días azules
sirvan de paraguas cuando regrese un poco de la tormenta.
Tomate el tiempo de tu duelo a solas, dale
el golpe al dolor… pero ponte un límite 3 horas, 3 días, 3 semanas, el que tu
decidas, pero limítate. Se que suena difícil pensar en “controlar” esto, pero
no lo veas así, tómalo como tu tratamiento para una gripa, duran 3 días, 7
días, cuando mucho llegan a 10 días. No te encierres más días de lo que debes
por “esta gripa”, porque piensa en todo lo que puedes llegar a verdaderamente
perder.
Después de este tiempo a solas, dilo al
mundo, díselo a tus amigas, al cajero del súper… a quien tu quieras. Escucharte
decir que se acabo, te ayuda a enfrentar que se acabo. Si te encierras en ti
misma, sueles alimentar la nostalgia que solo te llevará a pararte de nuevo en
medio de la tormenta. Y además nunca sabes, tal vez al decirlo te acabes
enterando que hay uno que otro pez interesado, esperando a que estuvieras sola.
(Real, le acaba de pasar a una amiga)
Toma papel y pluma, pantalla y teclado, (lo
que a ti mejor te funcione) y empieza a reconstruirte. Aunque no te guste
escribir, hazlo, te va ayudar. De un desamor nadie se muere, así que en este
momento deja de cargar culpas, no pienses en hubieras, ni en los sueños que
había a su lado, esto solo te hará más daño. Con papel y pluma enfrente, ve la
maravillosa oportunidad que te da la vida de volver a empezar, de escribir
nuevos sueños, nuevas metas, o de retomar aquellos que abandonamos por seguir
el camino de alguien mas.
Entre más rápido abras tus puños y sueltes,
más rápido la vida te sorprende. No necesariamente con una pareja, eso no es
todo en la vida, puede sorprenderte con oportunidades que nunca imaginaste.
Abre los ojos y déjate maravillar por la increíble manera en la que trabaja
este universo.
Después de tantas líneas, creo que es más
que suficiente. Las dejo por hoy pero no para siempre. Si estas triste lloremos
juntas, pero no para siempre y salgamos adelante como “ave fénix”.
Mónica Makaco