Llego un momento en el que me veía al espejo y no era yo
quien estaba en ese reflejo. Deje de reconocerme, de verme con mis propios
ojos. Seguía siendo yo… no, no estoy segura.
Tantos años escuchando que comencé a creerlo. El espejo no
mentía, eran mis ojos los que habían cambiado, sí seguía siendo yo. Pero aquella
loca acelerada con sonrisa que enseñaba todos los dientes, soltando
carcajadas interrumpidas por un ronquido con aires de cochino, que no conocía
la pena y jamás titubeo ante el miedo del fracaso, parecía haber sido solo un
recuerdo inventado por mi memoria. Esa no era yo, llegue a dudar si alguna vez
fue cierto eso que creí que siempre fui.
Estaba de vacaciones, escondida en el baño probándome un
traje de baño tras otro, agarrando valor para siquiera asomar la nariz.
Recordaba como era mi cuerpo antes, tan perfecto… y en ese tiempo me parecía
abominable, no entendía ¡¿Porqué?!
El culpable… el culpable no es nadie, pero si es todo, todos
y al mismo tiempo solamente yo. Fui dejando que el ruido de palabras dañinas
envenenaran mi cabeza, que se encargó de repetir un millón de veces cada
defecto, cada faltante, todo lo que me alejaba de aquella “perfección”. Que
después de tanto tiempo llegaron a mi corazón… y sí, deje de amarme, me
convertí en el ser que mas “asco” provocaba en mi.
Empecé primero desconociendo mi “cascarón” que se convirtió
en ajeno, creyendo que hasta era una cruz, mi mayor defecto. Como olvidar
aquella vez en que escuche “que ser tan bonita era mi mayor defecto”, acompañada de una lista de sugerencias de operaciones que necesitaba.
Poco a poco el veneno me fue alienando de quien habitaba
en mi corazón, ya no era solo mi cuerpo... deje de admirarme, deje de creer que
era un ser digno de recibir algo más porque ilusa era si creía que lo merecía. Empecé a creer que lo único que tenía era mi cara y ni siquiera era suficiente, que mi sueño de cambiar al
mundo era demasiado para mi. Tantas veces me repetí juicios tan negros hacia mi
que negra me vi.
Aleje de mi vida a quienes alimentaban este veneno, los
corrí o solo se fueron. Me canse de escuchar tantas veces lo que no soy, no
tengo, no puedo. Era demasiado tarde, sus palabras ya se habían mudado dentro de mi. Tuve que
comenzar una revolución en mi contra pero por mi propio bien.
Y fue ahí frente a un espejo que me veía de nuevo pero como
si fuera por primera vez, reflejaba esa YO que siempre ha estado conmigo. En mi
mente comenzó a sonar la canción “Tu eres perfecta” de Oscarcito, tan fuerte y
tan clara que juro que sonaba en alguna bocina cercana. Me la repetí una y otra
vez, me liberaba. Dejaba de odiarme, dejaba de creer que yo era eso que me
dijeron; mientras cantaba y bailaba encerrada en un baño de 2 m2 regresaba
aquella loca que se amaba y volvía a adorar cada centímetro de mi. Esta vez mas
madura, mas mujer, mas fuerte, dispuesta a blindar oídos, mente y corazón a
palabras necias.
Comencé a contar cada estría que dejo mi embarazo, bautizandola con el recuerdo de algún momento que pase esperando al pequeño
Cio. Acepte que mi abdomen firme dejo de existir por ser el nido de un gran ser humano, que mi pecho ya no era aquel que parecía modelado por
cirujanos perfecto e intacto, porque alimento nueve meses al mas maravilloso ser. Que mi cuerpo no volverá a ser el de antes, porque gracias a Dios YO tampoco volveré a ser la de antes.
Recordaba mi sentido del humor, mi
capacidad de reírme una y otra vez de mis errores, mi empatía con el dolor
ajeno, mis ganas de cambiar el mundo… Y esta vez, ahora si estoy segura de que
lo puedo hacer.
Acabe de cantar la canción, deje de bailar obedeciendo a mis
piernas que no daban mas. Volví la mirada al espejo y... ¡ENTONCES ME AME!
Con Cariño,
Mónica Makaco